Bueno. Trato de arrancar. Años, muchos años que no escribo nada. Por mi cabeza giran constantemente las ideas. Ellas me hablan mientras viajo en subte, en el colectivo, mientras trabajo, cuando me acuesto a dormir. Tienen voz. Ellas me hablan y yo escucho su voz. A veces son ellas. Otras mi inconsciente. Cada vez más inconsciente. Muy pocas veces le dan lugar a la voz de la consciencia. Sólo escucho a la otra voz.
Los últimos casi 3 años me viajé en ideas y proyectos sin rumbo o sin dirección definidas. O sinsentidos.
Me relacioné con alguien. Primero un poco. Después otro poco más. Después me entró un terrible entusiasmo. Como el tiempo sentí mucho más que eso. O lo inventé. O mi inconsciente me engañó. Habrá sido eso. Mi maldito inconsciente. Ese flor de hijo de puta. O el otro también. El otro también es un flor de hijo de puta. Fue acompañando mi entusiasmo. Mis ganas. Mis deseos. Les fue dando calma. A medias. Pero lo hizo.
Entendió lo que mi otro yo, el hijo de puta, quería con él. Y fue bastante claro. No es que se lo dio a entender de manera confusa. Le dijo bien claro que quería estar con él. Que su cuerpo era un imán.
sábado, 9 de julio de 2016
Renunciar y dejar de ser inconsciente
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